VESTIGIO DEL MAR DE AGUA DULCE

FOTOGRAFÍAS DE MÚ SICOS NOTABLES

JORGE MARIO MÚ NERA

 

Los músicos de Jorge Mario Múnera Hay un símil que relaciona al artista popular con la botánica. Donde hay vitalidad cultural, ellos brotan como las flores. A la manera de los árboles y las plantas, recogen la savia del suelo, la luminosidad y el aire que flota en el espacio, es decir, la larga tradición de un saber que, generación tras generación, ha permanecido en el tiempo. Por ello verlos y, cuando se trata de músicos, oírlos es asistir a una especie de milagro.

Los hombres y mujeres que atraviesan esta exposición, y que han dedicado sus vidas a la música, parecen flores. Con sus instrumentos magníficos, con sus atavíos que los definen como emisarios privilegiados de los sonidos, con sus rostros que reflejan la humilde y digna grandeza de la humanidad.

Siempre he creído, desde que los vi y los escuché por primera vez, que los músicos son seres únicos. Están conectados con el mundo y con los otros de un modo que solo ellos saben manejar. Son los miembros elegidos de toda comunidad porque lo suyo es consolar en medio del sufrimiento, celebrar las felicidades fraternas, acompañar la muerte, definir al amor y modelar el asombro y el misterio. Y todo eso lo hacen con esa prolongación de su cuerpo y su ánima que es el instrumento que tocan.

Los músicos de Jorge Mario Múnera, colombianos que habitan regiones supuestamente periféricas, han sido retratados con tanto acierto que la belleza se desprende de cada imagen con la precisión requerida. Y lo curioso es que entre ellos y quien los observa se instala un silencio. Ese mágico silencio que resuena en toda música y que Múnera ha logrado escuchar y reflejar en sus fotografías.

Sí, estos músicos son bellos. Y la belleza más inolvidable en el campo de la cultura y el arte es la que está anclada en esa tradición que no es testimonio de un ayer ya transcurrido, sino, como bien lo decía Stravinski, «una fuerza viviente que ánima e informa el presente».

 

Pablo Montoya

Variaciones en torno a los GARABATOS de Franz Kafka

Saúl Álvarez Lara

 

«…Los encuentros con los dibujos de Franz lo proponen así: él narra, yo dibujo; él

dibuja, yo miro, escucho, veo, leo, imagino… , y hago lo posible por responder con

otro dibujo…»

 

La presente propuesta, reinterpretación de los dibujos de Kafka, sugiriere una conversación entre las palabras y los trazos, entre la narrativa de la literatura y el lenguaje visual del dibujo.

Kafka, conocido por su habilidad para sumergir a los lectores en espacios de extrañeza y lucidez, acude al dibujo como medio para explorar su curiosidad más allá de la palabra. Saúl Álvarez Lara profundiza en esta dualidad, explora cómo un “garabato” puede contener la esencia de una idea o un sentimiento que se desdobla en la escritura. Este proceso de reinterpretación nos recuerda la relación intrínseca entre el acto de dibujar y el de escribir; ambos son intentos por captar la realidad desde perspectivas distintas, cada una enriquece y desafía a la otra.

La obra de Álvarez Lara en esta oportunidad nos invita a comprender que el arte es un diálogo interminable entre el creador y sus obsesiones, y que toda forma de entender, observar y apreciar es una conversación genuina entre los dibujos y las palabras, entre el escritor y el dibujante, entre el artista y el espectador.

Esta exposición, que también es libro, narra el encuentro entre dos artistas que escriben y dibujan, que tejen en palabras y dibujos una forma aún por descubrir.

Bio_Ecocéntrico.s

Rocard Mo

 

La nueva mirada del ser humano frente a su ensimismado sí y su repetido e inconsecuente no. El sí del ser humano, ese impulso desmedido de hacer todo sin considerar las consecuencias, se enfrenta a la contradicción del no, una negación perpetua y ególatra ante los efectos devastadores de sus propios actos. Este sí incontrolado, que lo lleva a la conquista y explotación sin freno de la naturaleza y los recursos del mundo, coincide con un no que niega la responsabilidad, ignorando la devastación causada por su ambición insaciable.

En este contexto, se presenta al sujeto como un actor antagónico frente a los elementos, un ser que actúa en un escenario de realidades contradictorias: la arrogancia humana, que se cree separada de la naturaleza, contra la resistencia de un entorno que lucha por regenerarse. La obra refleja esta lucha constante, donde la naturaleza, dañada por los caprichos y la codicia humana, exige un retorno al equilibrio y la sostenibilidad.

Mi propuesta busca abrir una mirada meditativa, una reflexión profunda sobre nuestra propia acción como observadores. Invita al espectador a verse a sí mismo frente al espejo de la naturaleza, confrontando las consecuencias de sus propios actos, muchas veces inconscientes o negligentes. Este ejercicio reflexivo se convierte en una forma de mediación, un puente entre la obra y el espectador, que se enfrenta a su ignorancia colectiva ante la crisis ecológica y social globalizada. La ignorancia, como punto de partida de este diálogo, es la clave para entender la relación entre el ser humano y el entorno: una ignorancia que, al ser reconocida, puede convertirse en el primer paso hacia el cambio.

 

Rocard Mo

«Entre dunas y caravanas: una LUZ en el corazón del desierto»

Lenis Augusto Agudelo y Luis Fernando Monsalve

 

Esta exposición presenta una interpretación singular del nacimiento de Jesús: no en el entorno pastoral típico de los pesebres, sino en el vasto y místico desierto. Este paisaje de dunas y caravanas, de silencio y arena infinita, invita a reflexionar sobre el simbolismo de la llegada del Mesías en un ambiente que, lejos de ser hospitalario, encarna la soledad, el desafío y la búsqueda.

Desde una perspectiva bíblica, el desierto ha sido desde siempre un lugar de prueba y revelación, un espacio donde el ser humano es confrontado con su propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, con lo divino.

El desierto es una paradoja de inmensidad, de belleza áspera y misterio. La imagen de la LUZ que brilla en medio de las dunas evoca un instante de revelación: una llama que irradia calor y consuelo en la vastedad infinita.

La exposición invita a reflexionar sobre la paradoja de la vida que brota en un espacio que parece incompatible con ella. Recuerda que la espiritualidad no está reservada a lugares de abundancia y de confort, sino que surge en la adversidad y en el constante movimiento. La «LUZ en el corazón del desierto» es un símbolo de trascendencia, una metáfora del alma humana que, aunque enfrentada a la aridez de la existencia, encuentra sentido y propósito en la conexión con lo divino.

En este recorrido entre dunas y caravanas el espectador se encuentra con la universalidad del mensaje de la Navidad: un mensaje que trasciende el tiempo y el espacio, y que invita a buscar, incluso en las propias arideces personales, aquella LUZ guía.

 

Andrés Galeano

Los colores del viento

Carlos Castro Saavedra

 

«… La poesía colombiana despierta de un letargo adorable pero mortal, este despertar es

como un escalofrío se llama Carlos Castro Saavedra…»

Pablo Neruda

 

La voz del viento, insignia que se encuentra en el portón de la casa que el poeta habitó en Llanogrande determina la esencia de quien vivió en ella. Allí escribió buena parte de sus poemas y pintó los cuadros que presentamos en esta exposición: Homenaje a su centenario. Las palabras que Carlos Gaviria Díaz escribió para el texto de presentación de otra exposición en la Biblioteca Pública Piloto, titulada La poesía callada, precisa la relación entre la voz, el color y el viento que clama: «…esencia de poeta que dispone que también su silencio sea un canto…» En pocas palabras, como en un poema, pintura y palabra unidas se encuentran al origen de la poesía. Los colores del viento simbolizan esa unión.

En 1953 Castro Saavedra llevaba dos años dedicado a la pintura. Aquel año expuso en el Museo de Zea treinta obras, hasta 1953 había publicado varios libros y pintado los cuadros que expuso, es posible, entonces, concluir que poesía y pintura eran una. En un artículo de prensa publicado con motivo de aquella exposición se asegura que los motivos de su pintura eran como los de su poesía: «… la angustia, el dolor de las gentes, la pesadumbre del tiempo, el sofoco de la existencia…» Su pintura, continúa el artículo, lo sitúa como … «un pintor expresionista por su fuerte colorido, áspero dibujo y composición sencilla…» Estilo y motivos que persistieron con el paso de los años, aun en la obra de los años ochenta poesía y pintura seguían siendo una.

 

«… para que sus versos nos acompañen al expresar la inconformidad ante la injusticia,

para decir las dulces palabras del amor…»

Juan Luis Mejía / Palabras Rodantes

Saúl Álvarez Lara

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