Libertus Polling
Cuando adquirió el lote donde levantaría su finca, el fotógrafo Libertus Polling decidió conservar lo que había de flora nativa. Luego, con tesón de colonizador, comenzó a sembrar especies nativas de que carecía el terreno. Fue un proceso que duró años. Y así fueron brotando, creciendo y en algunos casos adquiriendo gran corpulencia, los cámbulos, los mestizos, los arrayanes, los gualandayes, los noros, los algarrobos, los guayacanes (sembré uno de estos), las ceibas, los samanes, los cedros machos, los mangos y numerosas especies botánicas más. Y ese crecimiento tuvo dos efectos: hubo un momento en que a diferencia de lo que ocurría en los primeros años, ya no fue
posible contemplar desde el corredor de la casa las montañas del frente, las que vigilan al oriente el curso del Porce, porque los follajes lo hicieron imposible; el segundo efecto ha sido el crecimiento acelerado de la población de aves y pájaros, que hacen del aire y de la espesura vegetal una exultante e infatigable fiesta barroca de colores, en las combinaciones más vivaces, brillantes y sorprendentes. Y los escasos árboles y arbustos nativos de los inicios, transformados en bosque por todo lo que se sembró en derredor, hizo del lugar un verdadero jardín botánico, escenario de un constante y fastuoso espectáculo de avifauna, porque a los comunes azulejos, ciriríes, mayos,
sangretoros, sinsontes o mieleros de los primeros años, se fue sumando la compañía voraz y alborotadora de especies más escasas como papagayos, tucanes, búhos, águilas e incluso de aves migratorias provenientes de los Estados Unidos, como la rojísima piranga rubra, cuya visita es como si se encendieran corales súbitos en los troncos de los cebaderos, o el “degollado”, también migratorio, y que estremece de inquietudes al observador, que se pregunta qué buscó la naturaleza con imprimirle aquella mancha rojiza en su cuello, que se extiende como sangre fresca sobre su pecho blanquísimo. De todos ellos y de muchos más, Libertus ha tomado registros fotográficos: los pájaros se vieron beneficiados de una pasión previa: la fotografía, en la que llevaba décadas de exploraciones temáticas y perfeccionamiento técnico. Ha continuado con paisajes campestres y urbanos, también con el ejercicio del retrato y otros temas, y en esos campos ha obtenido el reconocimiento de premios y publicaciones nacionales y extranjeras. Pero no hay duda de que, por lo menos por ahora y desde hace unos años, los pájaros han acaparado de manera
especial su interés de artista de la cámara. No es esta la primera exposición sobre pájaros. La primera la tituló “Mis amigos alados”. Y ya en sus orígenes ese interés rebasó, desde luego, las fronteras de su finca y alrededores. Ornitólogo aficionado y perteneciente a la SAO, poseedor de una pequeña pero interesante biblioteca sobe aves, viaja con frecuencia a lugares como Manizales, Jardín, Puerto Triunfo, el cañón del Porce, a parajes en las cercanías de Medellín, y a cuanto punto de la geografía nacional o regional del que se entera que ofrece población abundante de aves, armado de sus prismáticos, cámaras, lentes y trípodes, pero armado ante todo de una curiosidad sin fatiga y
que su familia, amigos y conocidos hemos terminado por reconocer como una verdadera pasión. Por eso en esta exposición se unen de una manera muy clara el fotógrafo que aspira a la perfección técnica y artística con el amador de los pájaros. No otra cosa explica que el común titiribí haya encontrado cabida al lado del más exótico y escaso clorofonia, de vistosísimos colibríes de tierras altas, de los bellísimos gallitos de roca, y de los pelícanos que esperaron a Libertus en la sierra peruana. Las presentes son apenas una muestra de las muchísima fotos tomadas y trabajadas, pero suficientes como prueba de una calidad técnica y de una sensibilidad por las aves que sin duda tiene un sesgo estético, una complacencia por ese colorido tan inagotable de gamas y combinaciones de los plumajes, y también, por qué no, una experiencia originaria, de orden poético, así no se fuera consciente de ello, cuando comenzó a reparar en los pájaros y pudo tener una emoción muy cercana a la del poeta Giovanni Quessep, a la que este comenzó a dar salida con las siguientes palabras:
Pájaros
En el aire
hay un pájaro
muerto;
quién sabe
adónde iba
ni de dónde ha venido.
¿Qué bosques traía, qué músicas deja,
qué dolores
envuelven
su cuerpo?
¿En cuál memoria
quedará
como diamante,
como pequeña hoja de una selva
desconocida?
Pero no sobra poner en conocimiento de quienes recorran esta exposición, que no desde un comienzo el corazón de fotógrafo de Libertus fue embrujado únicamente por las aves. En sus 30 años de ejercicio fotográfico se ha ocupado con igual rigor y eficacia de nuestros pueblos y sus gentes (una de sus temáticas que más atrajo en su momento al autor de esta nota), de montañas y desiertos, de lagos andinos y regiones árticas, de grandes ciudades y
rostros de todas las razas y latitudes, incluyendo retratos de amigos y de su familia. Con una foto sobre montañas antioqueñas obtuvo el Primer Premio en el Salón Nacional de Fotografía de la Universidad Pontificia Bolivariana, versión 1986. A este reconocimiento agrega, entre otros: el primer puesto en el concurso de fotografía ambiental Corpocaldas, año 2012; primer puesto en el Concurso Zoológico Santafé, año 2013; obra seleccionada y mención de
honor en la Novena Bienal de Fotografía organizada por el Club Fotográfico Medellín, en 2014. Ha realizado varias exposiciones individuales y ha participado en numerosas exposiciones colectivas, incluyendo varias fotos seleccionadas en eventos internacionales de la FIAP y en la muestra de fotógrafos colombianos titulada Fragments of Diversity, en Domogallery, New Jersey, año 2005.
Jairo Morales Henao