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ELTRAPOROJO

 

 ELTRAPOROJO

Reinaldo Spitaletta*

Qué raro que el trapo rojo me haya quedado en la cabeza cuando no recuerdo habérmelo puesto, porque es una herramienta principal, mi dulce abrigo, ajado y todo, descolorido un tantico por el mugrero de los carros pero todavía con buena capacidá para limpiar vidrios y si se quiere capós y ventanillas que no siempre piden los que paran y acetan de mala leche que uno les deje todo limpiecito, melito, como nuevo para que puedan ver mejor por el panorámico este mundo agitado, de carros y pitos y tantas motos que me zumban al lado, ve, no sé dónde fue a parar mi cachucha, tan rojita siempre, sin destiñes, que nadie me hubiera podido decir “gorra vieja”, porque es que yo quiero mis trapos así como a mi equipo, el rojo, sí, el poderosito que me mantiene vivo pese a las tristezas que me ha dado y hasta de vez en cuando triunfos que cuando se dan me hacen pasar bien toda la semana y trabajar con más verraquera, porque ganar es mejor que perder, así me parezca a Pambelé, o al que dijo que perder era ganar un poco, no soy perdedor en todo caso, como con burla me lo tiró una vez una señora emperifollada que si toda la vida me iba a quedar de limpiavidrios, cuidacarros, de esos que solo saben decir ¡dele!, ¡dele!, ¡déjelo áhi!, ay, ahí, ayayai, ¡ojo atrás!, enderézcalo pues… Digo otra vez por qué será qu’el trapo rojo apareció en mi cabeza, que nunca hice tal jugada raronga, como si fuera un árabe, o no sé qué de por allá lejos, y de pronto lo vi de reojo y estaba más coloretudo, más rojo, como si le hubieran hecho un tratamiento, un teñido especial, muy bonito, como si estuviera estrenando, cuando creo que ya este tenía su largo tiempo, uno se va encariñando del dulce abrigo, del trabajo, del rebusque diario, o casi, porque a veces no podía salir a la avenida porque uno también se toma sus tragos y amanecía con el mundo dándome vueltas y así, pero qué descuadre, en esto tiene uno que estar piloso, no fallar si quiere tener monedas para los golpes diarios y para la pieza, este lavadero puede ser duro

 

       … tengo cariño por el trapo rojo, la cachucha roja, que
          es que también uno piensa en el partido que viene no
         tanto para ir al estadio, que yo nunca he entrado, pero
          sí para escuchar por el radiecito el partido, que uno se
            mete en lo que están diciendo y ve las jugadas y grita
            con verraquera si es el equipo amado el que marca gol…

por el sol, por la lluvia, por el humo, por el olor a gasolina, por el ruido, pero es lo que Dios me dio, y yo no puedo irme en contra de su voluntad, solo bendiciones para él… y para mí también, y digo que no he tirado filo, no, nunca me he acostado con solo una aguapanela, o aguadulce que decía mamá que Dios la tenga en su seno, siempre he tenido con qué, porque, sí, claro, he sido juiciosito, pese a que a uno al pasar por ciertas cantinas lo atrae el olor a guaro, a pola, aunque no he sido pues un tomatrago, un degenerado, tampoco así, solo que de vez en cuando sí me los bogué todos, y por eso a veces no salí a camellar con mi trapo rojo, la estopa, un baldecito y jabón, mi cachucha bacana y mi sonrisa con la clientela, que se lo dejo brillante, caballero, le quitamos el polvo, lo sobamos bueno y bonito a su carro, que eso es lo que se merece esta máquina tan cachesuda, ah, sí, miren las bombitas de jabón, el carro se ríe, es que hace calor y le gusta refrescarse, y a veces con mis bobadas el conductor tiraba caja y acetaba, las que más me decían que sí eran las señoras, al principio se les notaba la inseguridad, a lo mejor pensarían que yo las iba a asaltar pero cuando me soltaba mi carreta, como la de los políticos, se suavizaban, qué lindas, tan generosas algunas. Los más tocados, casi siempre con cara de malacara, se hacen los bravones, son los de los taxis, no todos, claro que no, pero muchos me dicen no, no, no qué va, lo acabo de sacar del lavadero, no ves que está el parabrisas brillante, y en verdad era un mugrerío, y qué se le va ahacer, no hay caso, porque si no abren su corazón y su bondad para darle camellito a uno, ahí no hay nada, y uno de una tenía antes de que el semáforo cambiara ir donde el otro, el del carril de adentro, porque así uno quedaba más cerquita a la orilla que en la avenida como son tres carriles, hay que analizar todo, las luces, los cambios, los que uno sabe que se pasarán en rojo, uno aprende a culebriar, a meterse entre los autos, a hacerles el quite como si fueran toros muy embestidores, y así, que es un oficio el mío de mucha inquietud, uno es como un relojito, sabe cuántas veces hay que pasar el trapo por el vidrio, cuánto jabón y agua hay que echar, está uno como una maquinita y todo va saliendo justo, soy bueno y hay que serlo en lo que uno haga y más si tengo cariño por el trapo rojo, la cachucha roja, que es que también uno piensa en el partido que viene no tanto para ir al estadio, que yo nunca he entrado, pero sí para escuchar por el radiecito el partido, que uno se mete en lo que están diciendo y ve las jugadas y grita con verraquera si es el equipo amado el que marca gol. Home, home, no sé qué es lo que está pasando, por qué estos vidrios como espejos, no recuerdo nada de lo que pudo haber ocurrido cuando todo iba muy bien, no sé ahora que medio me doy cuenta de dónde salió, como si cayera del cielo, y no tuve tiempo de nada, nada, solo creo que yo iba por los aires y me aferré al trapo y eso es, como si fuera, como cuando alguien se está ahogando y ve una tablita, sí, el trapo rojo no me abandona, aunque no sé si la gorra se perdió, porque todo fue muy ligero, solo oigogritos y chirridos y así fue como de pronto estaba viendo el pavimento muy pegado de la cabeza y todo desapareció, menos mi trapo, el rojito, el que me acompaña, sí, usted debe saber porque tiene cara de dotor, ¿cierto?, que me estoy yendo a buscar la gorra, a buscar a mamá que me está llamando, vea pues, cuando mejor me había ido hoy con los carros, casi todos dijeron que sí, hágale a ver, limpie pues, todos muy queridos, lo que nunca, así es la vida, te quita y te da como dice una salsa.Me gusta que mi trapo rojo, que todavía no sé cómo es que se montó a mi torre de control, se haya salvado, es parte mía y de la banderita que nunca llevé al estadio, claro porque nunca he entrado y ahora parece que va a ser más difícil que vaya a ver un partido de mi equipo del alma, que cómo fue que se montó a mi cabeza y ahora todo lo veo rojo, que es mi color…color de dulceabrigo, color sangre que es la que da vida…, la vida, ¿cierto que sí?

Limpiador de carros / 35 cms. x 25 cms. / Acrílico sobre cartón / 2013

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