Inauguración
Sábado 3 de Febrero
7:00 AM – 6 PM / Museo Maja Jericó
Humberto Pérez
Humberto Pérez Tobón nació en Rionegro y vivió su juventud en la Medellín de los años treinta y cuarenta, cuando aun la quebrada Santa Helena corría al aire libre por el centro de la avenida La Playa y los medellinenses paseaban por sus riberas arborizadas o iban a escuchar con reverencia a Beniamino Gigli, el tenor italiano, en grabaciones de la RCA, alrededor de un gramófono de manivela cerca de la Plazuela de San Ignacio. De su afición por la teatralidad de la ópera resulta la inclinación a la puesta en escena de sus obras posteriores.
A partir de aquellos años, Humberto Pérez dibuja, pinta, raspa lo pintado y vuelve a dibujar y a pintar, hasta lograr texturas próximas al movimiento con personajes que, como actores de teatro o de ópera, esperan los tres llamados para dar inicio a la escena. Cada dibujo es el comienzo o el desenlace de una narración. En este mundo donde imágenes, sonidos y movimientos se cruzan, se sobreponen, se suplantan, se recrean, la obra de Humberto Pérez es la escena donde nada está quieto; donde se escucha el correr del agua, el murmullo de las voces, lo mismo que el roce interminable de las máquinas.
Todos los días, durante sesenta años o más, Humberto Pérez dibuja desde el amanecer hasta la hora en que frente al televisor aprovecha para dibujar, en alguna de las libretas que siempre tiene a mano, mientras pasa una película que quizá no ve. De ese hacer constante resultó una manera de ver y de narrar. Dibujar y conversar son sinónimos en la obra de Humberto Pérez. Desde muy joven lleva en su equipaje la necesidad de mirarlo todo, de dibujarlo todo. Aun hoy, entre los cartapacios de dibujos realizados a lo largo de los años es posible encontrar bocetos en papel amarillo por el paso del tiempo, con algunos de sus primeros dibujos. Dibujar ha sido la constante y tal vez por eso, porque no ha dejado de hacerlo un solo día, solo unos pocos de los dibujos elaborados hasta el más mínimo detalle o con trazos rápidos que sugieren figuras, situaciones, grupos o máquinas, tienen firma o fecha. Quizá porque dibujar fue siempre tan natural como conversar.
Dibujar, para él, es como hablar para la mayoría. Así como hay quienes murmuran, hablan rápido o repiten, Humberto Pérez dibuja a lápiz, al carboncillo, a la pluma, con colores o tinta o por capas que luego elabora como construyendo frases que acercan la textura a la palabra. Y como aquellos que se repiten al hablar, Humberto Pérez se repite al dibujar, es posible decir que dibuja siempre lo mismo, que tiene una fijación por la anatomía y la figura humana; que dedicó horas a copiar de libros de anatomía, las proporciones, los huesos, los músculos, la cabeza, el torso, los miembros, las manos y los pies, incluso los dedos y las uñas.
Dibujar es mantener una relación constante con los personajes. Es conversar con ellos. Sin embargo, dibujar no solo requiere de la constancia y el talento presentes en cada hoja de la multitud que guarda en su estudio; requiere de una imaginación a prueba de las técnicas y las situaciones; no hay un dibujo que no lleve, como en una conversación de amigos, a una historia, a una situación venida de su ficcionario infinito. Quizá por esto la frase del comienzo no tiene aplicación: “…deberíamos hablar menos y dibujar más…” y no tiene aplicación porque sus trazos, texturas y colores son palabras de una conversación permanente…
© Saúl Álvarez Lara / 2018
Curador